Según antiguas crónicas,
Colón recibió de manos de nuestros aborígenes y como regalo de bienvenida un
gran presente: El tabaco.
Relata la misma crónica que
en 1493 en su segundo viaje Colón trajo a nuestros aborígenes a manera de
contraprestación la caña de azúcar, la panela, la miel y un líquido que probado
fue agridulce y que recordó a los indios una palabra quechua, guarapo.
Tendría que pasar mucho
tiempo para que el aguardiente y el tabaco vencieran toda clase de resistencias
y avatares históricos para sentarse sin mala conciencia, discriminación de
sexos y ocultamientos para ser ampliamente aceptados y accesibles en las mesas
del este y otro lado del Atlántico, como compañeros estimulantes de estos
alimentos del espíritu como la ensoñación, la amistad, el júbilo y el simple
descanso.
Los aborígenes estaban
acostumbrados a su inmemorial chicha que obtenían del maíz y también de la
yuca, la piña, la mandioca y el maguey.
Cien años después de llegar
a la América, Brasil se convirtió en un gran productor de caña compitiendo con
madeira, Costa del Sur, el Lejano Oriente y dándole al azúcar y al aguardiente
el carácter de moneda, para comprar esclavos, generando así enormes problemas
sociales y políticos, fundamentar la economía de algunos países y generar la
riqueza de algunas familias. Y para lo que aquí nos interesa, darle a los
licores destilados con base en el zumo de caña una relevancia no conocida en
otras geografías. Ya existía en Europa el vino y aguardiente de uva, de papa y
de diversas frutas, bayas y cereales.
En Colombia el consumo de
licor debía ser notable en aquella época, pues las recaudaciones por este
concepto arrojaban un rendimiento halagador, gracias a una real orden del 24 de
mayo de 1788, que elevaba del 6% al 18.5% el impuesto de cada botija de
aguardiente.
La renta de aguardiente,
rigurosa institución de tipo capitalista se extinguió en 1810, conjuntamente
con la preponderancia de la corona de España en estos territorios.
La cultura del aguardiente
hizo que, contrario a lo que podría pensarse, la primera fábrica que existió
aquí no fuera de telas sino de aguardiente. El cronista de fines del siglo
XVIII José Antonio Benites, narra que en 1784 y 1787 fue construida la real
Fábrica de Aguardiente mientras que el primer telar tuvo origen en 1790.
Luego de esta triunfal
historia adentremonos de una manera descriptiva en nuestro caso particular el
Monopolio en Antioquia y el desarrollo publicitario del aguardiente a través
del tiempo.
La amplia comercialización
del aguardiente, la chica y el guarapo llamó la atención de los oficiaLes del
rey con las perspectivas de estancar esa cuenta y así le abrían al tesoro real
y a sus propios bolsillos grandes beneficios por razones de poder, de propio
lucro y adheridas a ellas argumentos de índole social y moral; la intervención
del estado permitía controlar una bebida a la cual ya se acusaba de promover
distintas manifestaciones delictivas, como el homicidio, el hurto, amén de
faltar a la moral y a la evasión de impuestos o tributos al rey.
El primer intento de
prohibición fue en 1758 y luego Fernando IV se limitó a dar normas sobre la
higiene en su preparación y sólo vendría a recibir un severo golpe oficial en
1948 durante el gobierno de Ospina Pérez y por iniciativa del Ministerio de
Higiene.
En la Nueva Granada termina
imponiéndose el aguardiente y generando un largo proceso de experimentación
entre diferentes forma de intervención estatal en su fabricación y ventas, que
buscaban ante todo lucrarse lo más posible de una renta que entrañaba grandes
beneficios terminando con la administración directa de los gobiernos
departamentales, no como un asunto de voluntad política sino como una medida de
posibilidades históricas incluyendo las de infraestructura y vías de
comunicación.
Su elaboración comienza con
la fabricación del alcohol, que se prepara a base de miel virgen, levadura,
azúcar y agua, productos que son cuidadosamente seleccionados y preparados,
químicamente perfeccionados y celosamente controlados, para que esta materia
prima sea básicamente y en grados precisos, la fuente primordial en la
fabricación del primer producto de la licorera colombiana.
El aguardiente no se fabrica,
se prepara a partir de sus materias primas. Los distintos aguardientes no son
exactamente iguales en su composición, la fórmula es exclusiva de cada
licorera, sin embargo, en Colombia, se cumple con unos requisitos establecidos
por el Icontec, el código fiscal de cada departamento y la Ley de Licores
(1994).
Visto en la página oficial de la
Fábrica de Licores de Antioquia
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