Fragmento del primer manifiesto Nadaista, por Gonzalo
Arango (1958)
XIII
Destruir un orden es por lo menos tan difícil como
crearlo. Ante empresa de tan grandes proporciones, renunciamos a destruir el
orden establecido. La aspiración fundamental del Nadaísmo es desacreditar ese
orden.
Al intentar este movimiento revolucionario, cumplimos esa
misión de la vida que se renueva cíclicamente, y que es, en síntesis, luchar
por liberar al espíritu de la resignación, y defender de lo inestable la
permanencia de ciertas adoraciones.
En esta sociedad en que la mentira está convertida
en orden, no hay nadie sobre quién triunfar, sino sobre uno mismo. Y luchar
contra los otros significa enseñarles a triunfar sobre ellos mismos.
La misión es ésta:
No dejar una fe intacta, ni un ídolo en su sitio. Todo lo
que está consagrado como adorable por el orden imperante será examinado y
revisado. Se conservará solamente aquello que esté orientado hacia la
revolución, y que fundamente por su consistencia indestructible, los cimientos
de la sociedad nueva.
Lo demás será removido y destruido.
¿Hasta dónde llegaremos? El fin no importa desde el punto
de vista de la lucha. Porque no llegar es también el cumplimiento de un
destino.
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