(Ilustración: Cristo Autorretrato)
Fragmento
del libro Crónicas de la Errancia, del Amor y de la Muerte del Maestro Rodrigo
Arenas Betancourt, 1962.
(...)
"Sufrí mucho y
fui feliz. La miseria no era como para echarse a llorar. Conocí la vida en toda
su agria magnitud. Una de mis hermanas murió una noche, en mis brazos. A mis
hermanos enfermos yo los cuidaba. No guardo ningún rencor. He comprendido, en
la juventud, el corazón de la duda, del dolor y de la desesperanza.
Cuando me fue posible,
inicié el éxodo como remedio a todos estos males. Ahora entiendo que se debe a
las malas circunstancias en que viven las familias campesinas, la heroica
fuerza migratoria de los antioqueños. Recuerdo aquellas caravanas de campesinos
que partían, con sus muy escasos bienes, hacia el Cauca Arriba. Todas las
muchachas que se robaban se las llevaban para el Cauca Arriba, decían mis
padres. Algunos venían del Cauca Arriba, como maestros del juego "al
arma". Se trataba de la leyenda del Dorado en el Valle del Cauca, en el
Quindío, en el Risaralda. Cansados con la miseria, en las lomas, los
antioqueños, decidieron bajar a los valles.
Me tocó en suerte darme
cuenta de mi existencia y por ende de la de Fredonia, en el momento mismo en
que la civilización se iba metiendo por esos vericuetos a golpe de esfuerzo y
de audacia. Me tocó ser testigo de la llegada del primer automóvil. Vi cómo
crecía la línea de tierra que llevaba a Palomos el ferrocarril. Oí, al lado de
mi tío, el ruido infernal que producía el primer avión que paso por sobre
Fredonia. Viví aquel momento de los primeros gramófonos, de las primeras
cámaras fotográficas y de los primeros radios.
He visto a Fredonia
desde los abismos del sufrimiento y desde los júbilos del sueño. He conocido a
Fredonia persiguiendo los sueños en la infancia, cazando las ilusiones en la
adolescencia y buscando a Dios, los ojos de Dios, en sus criaturas. En Fredonia
añoré al mundo; en el mundo, añoré a Fredonia. Para mí, la patria, la inmensa
patria, es tan grande y pequeña que cabe en un dedal. Es ese pequeño pedazo de
tierra al cual puedo asimilarme como ceniza o rescoldo fulgurante. La patria es
ese paisaje que vive en mí como recuerdos, vivencias, amor transubstanciado,
leves susurros vegetales, agridulce nostalgia y perpetua actitud de
rebeldía".